viernes, 13 de agosto de 2010

Alba y Ocaso

¡Qué maravilloso es ver salir el sol! ¡Qué espectáculo es verlo esconderse!
¿Por qué a tanta gente le gusta sacar fotografías de un amanecer o de un ocaso? ¿Sólo como una manera de recordarlo?
Para mi modo de ver, ver salir el sol por la mañana es algo único e irrepetible, por más cotidiano que sea. Es incluso más cotidiano que desayunar. ¿O acaso desayunamos absolutamente todos los días? El alba es el momento del día en el que el sol decide despertar y brillar de nuevo en cada sector del hemisferio. Amanecer es despertar. Es por eso que a veces nos preguntan ¿Qué tal has amanecido hoy?, porque el amanecer es volver a abrir los ojos, y retomar esa vida que llevamos día a día. El sol al despertarse nos invita a vivir un nuevo día, que ni de casualidad será igual al anterior. Cada día es diferente a los demás. Tal vez por eso llevamos la cuenta de los días que vivimos, y así nunca volverá a haber un 16 de Abril del 2000, o un 4 de Mayo del 1990, porque todos los días son diferentes. Para aprender a vivir solo hay que aprender a despertarse, a amanecer. Y de hecho, el vivir se aprende solo. Cada día que nos abrimos al mundo, que amanecemos, aprendemos a vivir otro día.
Ver al sol ocultarse es también algo inigualable, pero también muy cotidiano. Es lo que llamamos el atardecer, o el ocaso. El ocaso es aquel momento en el que el sol ya no necesita seguir brillando, porque es el turno de que brille la luna junto con las estrellas. De hecho es el sol el que le brinda ese brillo a la luna, ya que ella por sí sola no puede brillar. ¿Pero por qué decide hacer esto el sol? Simplemente nos quiere mostrar el final de una etapa, el final del día que se vivió, para poder dar comienzo a otro nuevo día. Este proceso por así decirlo es tan normal como respirar aire. Es tan normal como vivir. ¿Pero qué es lo que lo hace tan normal? El hecho de que ocurra siempre, y que no pare de suceder. Pero el sol no es realmente el que se mueve, de hecho somos nosotros los que estamos en continuo movimiento. El sol permanece quieto en su cama, descansando, mientras nosotros aprendemos a vivir cada día gracias a su brillo natural. ¡Qué manera tan ridícula de personificarlo! ¿Por qué decimos entonces que se despierta y se vuelve a dormir, si no hace ninguna de las dos realmente? Pues somos nosotros los que lo hacemos, y lo queremos reflejar en el sol. A veces no vemos nuestro propio brillo y resaltamos el brillo del otro, o viceversa, pero en realidad cada uno tiene su propio brillo natural, y no necesitamos del sol para brillar como lo hace la luna.
Si esque nunca has visto el amanecer en el mar, deberías verlo, pues es tan hermoso como el poder oír.
Si nunca has visto el ocaso en el mar, deberías verlo, pues es tan bello como cantar.
Si por esas casualidades nunca has mirado el amanecer en una montaña, hazlo, porque es lo más hermoso que vas a poder mirar.
Si esque nunca has podido ver el ocaso en una montaña, hazlo también, porque nunca jamás te lo vas a olvidar.
Y si alguien viene algún día con una pregunta curiosa como: ¿Qué prefieres, el amanecer en el mar o en la montaña? Lo único que deberías hacer es ignorarla, porque no hay respuesta posible para esa pregunta.
Inefable es entonces ver el alba y el ocaso en cada lugar de la Tierra.