viernes, 1 de marzo de 2013

Repartieron cuatro cartas. La primera fue un 1 de tréboles. La suerte de mi lado me acompañó a hablarle por primera vez. La segunda fue un 4 de diamantes. La suerte otra vez me acompañaba a hacerme su amiga. La tercera fue un 7 de picas. La suerte me ayudaba a querernos y apreciarnos como nunca. La última fue la esperada. El esperado as de corazones. La suerte estaba en mí. Yo era la suerte y por fin me encontré con vos. Pero ya me quedé sin cartas, y en la última ronda no sumé el puntaje máximo. Pero el juego continúa y yo solo tengo dos opciones:
Abandonar, con un alto puntaje.
Seguir jugando, peleando para ganar.

Habrá que barajar y dar de nuevo, sin esperar que nos venga un puto as.

Incertidumbre

¿Cuánto miedo puede tener una persona? ¿Cuánta inseguridad, cuánta incertidumbre? Incertidumbre por no saber lo que el otro piensa. ¿Cuántas veces son las que hemos deseado leer el pensamiento de la otra persona? Pero eso se podría cumplir, de una forma no tan literal, y es con la sinceridad. Qué fácil sería que dijéramos la verdad de lo que sentimos, en vez de camuflarlo. ¿Por qué él se avergüenza de amarme? Sólo porque yo no lo amo? Si yo no lo amo entonces él no puede amarme. Esta es la cosa más ridícula que uno puede escuchar. Amar es estar dispuesto a dar todo de sí por la otra persona. Si yo no estoy dispuesta, entonces él tampoco lo está. Ridículo.Amar es mutuo, pero no siempre. A veces uno ama al otro y el otro no lo ama a uno. Pero amar es la cosa más linda, por lo que si amas, jamás te deberías avergonzar por hacerlo, más allá de que el otro no comparta el sentimiento. Sin embargo, acá estamos expresando lo que sentimos, aunque no con la verdad. ¿Pero qué hacemos cuando el otro no expresa lo que siente? ¿Qué hacemos ahí? Imposible leer la mente, pero a la vez, imposible creer en la palabra del otro, porque no emite ninguna. Y ahí es donde aparece la incertidumbre. No se qué siente por mí. No sabe lo que siento por él. Y es que vivimos en un mundo donde nos da verguenza demostrarle al otro que lo amamos, por miedo a que no sienta lo mismo, pero, repito, ¿qué hay de malo en no sentir lo mismo? La vida sería mucho más sencilla si expresáramos sin miedo alguno lo que sentimos. Y podría ser el momento de empezar a hacerlo.